ATARDECER EN PARIS
- Male Ramirez Serna
- 23 dic 2018
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 31 dic 2018
Recuerdo ese día en parís. Apenas nos despertamos, revisamos el pronóstico del tiempo, indiscutiblemente iba a ser un día frio, pero despejado, con un porcentaje bajo de probabilidad de lluvia. Ese día teníamos planificado hacer un recorrido desde el museo de Louvre hasta la torre Eiffel. Pasando por los jardines del palacio Royal, el arco del triunfo, jardín de las tulerias, plaza de concord, el jardín de los campos elíseos, atravesando el rio sena por el puente de Alejandro III, llegando a los campos de marte, la torre y terminando en los jardines del trocadero para admirar, desde una asombrosa vista, el juego de luces que hacen cada noche.

Comenzamos nuestro camino desde donde nos encontrábamos hospedados (por toda la avenida de los campos Elíseos) hacia el museo, pero el ingreso que teníamos era a las 10:30am, por lo que empezamos el recorrido en el palacio Royal. Aprovechamos tan lindo espacio para tomar unas cuantas fotos. De ahí, proseguimos al museo para unirnos a la fila; entramos en unos 15 minutos, no se tardó mucho, e hicimos un recorrido corto visitando las obras de arte más famosas del lugar. Dentro ya la temperatura cambio y comenzó a hacer calor, yo llevaba mi gabán y mi bufanda, por lo que decidí llevarlos en la mano. Cuando llegamos a la famosa “Mona Lisa”, ¡realice que no llevaba mi bufanda!, esa que mi novio me había regalado y que tanto me había gustado y que para acabar de ajustar estaba estrenando (pues amo locamente las bufandas y gabanes); yo como siempre, llevada de mi parecer, decidí buscarla por todos los lugares que habíamos pasado por el museo. Pero en un intento fallido, no la encontramos, preguntamos a los de seguridad y nadie la había visto. Fuimos a la oficina de objetos perdidos, y nos expresaron que debíamos ir en la tarde.

Tristes salimos del museo a continuar con nuestro recorrido, pero con la mente pensando que debíamos volver más tarde a preguntar por ella. Nos demoramos en el museo unas 3 horas, ¡ya era hora de almuerzo!, por lo que fuimos a buscar un lugar donde comer, pero eso si por nuestro recorrido, así que continuamos hacia el jardín de las tulerias, pasamos los campos elíseos y sin pensarlo llegamos muy cerca de nuestro hotel, recordamos que por ahí habíamos visto un restaurante de comida rápida asiática y decidimos entrar a comer a dicho lugar, deliciosa la comida, con gran variedad de platos, el lugar es acogedor y el personal es amable, la relación calidad-precio es buena. Estábamos un poco cansados por lo que decidimos comer despacio y descansar un poco allí sentados, luego al frente del restaurante había una panadería y fue donde comimos el postre, pedimos un Eclair de frambuesa, había que probar los platos “típicos” de a dónde fuéramos.
Entre toda esa caminata y el almuerzo ya eran más o menos las 4 de la tarde, y pedí que nos devolviéramos al museo a preguntar por la bufanda antes de que cerraran. Cuando llegamos a preguntar, claramente la bufanda se había perdido.
Ya con la resignación de que no recuperaría mi bufanda, continuamos el recorrido hacia la torre. Atravesamos el rio sena por el puente de Alejandro III, y déjenme decirle que nunca había visto un puente tan hermoso, cada escultura que tiene fue fabricado por artistas diferentes, y da la impresión de ser de oro. Caminamos por todo el borde del rio hasta llegar a los campos de marte, nos acercamos más a la torre Eiffel y llegamos a los jardines del trocadero, ya eran aproximadamente las 7 de la noche, nos tomamos unas fotos en el atardecer y buscamos un buen lugar para sentarnos a ver la torre iluminada.

Fue un momento hermoso, todo era perfecto: el clima, el lugar, el paisaje que tenía al frente mío, mi compañía. Una serie de cosas que se alinearon para hacer de todo un momento para recordar siempre.
Luego de ver la torre iluminada, ya era hora de volver al hotel. Así que continuamos nuestro camino. Antes de entrar al hotel, decidimos volver a ser “niños” y entramos a la Disney Store. Ya siendo aproximadamente las 9:30 de la noche, saliendo del Disney, buscamos donde comer para finalmente ir a descansar.

El cielo empezó a cambiar de color, y París se convirtió en un mágico lugar color lavanda que aprecia flotar unos metros por encima del suelo

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